domingo, 21 de septiembre de 2008

CARLOS GARDEL CANTO DOS HORAS SOLAMENTE PARA DI CESARE

Algunas de las anécdotas que le quedaron de esa línea fueron entre otras cuando Carlos Gardel cantó en Pergamino.

Se alojó en el Hotel de Roma, ubicado en la calle San Nicolás al 570, y actuó en el teatro Reina Victoria situado sobre calle San Nicolás 367.

Como debía trasladarse a San Nicolás para proseguir su gira, a la mañana siguiente Gardel envió a sus guitarreros en un colectivo de línea y alquiló otro exclusivamente para su traslado. Quiso el destino que le tocase a Di Cesare tener el privilegio de llevarlo.

San Nicolas Pergamino El colectivo en que viajaron tenía capacidad para 11 pasajeros. Comenzado el viaje el “Zorzal Criollo” le preguntó a Di Cesare si no le molestaba que él ensayara su repertorio.

Dado lo reducido del espacio, se fue al último asiento (a 3,50 mt aproximadamente del conductor) y comenzó a entonar a capella sus tangos que lo hicieron famoso por el mundo entero.

Con el pasar de los años, y al recordarlo, contaba a sus hijos la experiencia inolvidable con el “Morocho del Abasto”, teniendo así la suerte de ser su único público durante las dos horas que demandó el viaje.

Esto sucedió dos años antes del trágico accidente de Medellín donde el mítico cantor perdió la vida.

En la fachada del ex hotel, en el año 2005, se colocó una placa recordatoria de la trágica muerte de Gardel al cumplirse 70 años de la misma y donde consta que en Abril de 1933 se alojó allí. Esta placa está situada al lado de la otra que en chapa de bronce menciona “Hotel de Roma”.

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El Zorzal Criollo Carlos Gardel

“EL DIABLO ROJO”

Otra de las anécdotas que recordaba Di Cesare es que a su colectivo lo tenía pintado de color rojo, y que recién llegado de la Capital Federal estaba acostumbrado a un ritmo de vida más frenético que en el interior.

Contaba que le hacían señas en una tranquera los pasajeros y cuando el colectivo se detenía en vez de ascender recién comenzaban a despedirse de los que los habían acompañado hasta la misma. El, que venía de una ciudad con ritmo rápido, no soportaba esto, y en más de una oportunidad arrancaba sin levantarlos, dejando estupefactos a los que debían viajar.

Esto le costó el apodo de “el diablo rojo” por su mal genio y el color de su colectivo. Para superar esta situación debió atemperar su genio y cambiar el color de la pintura. No olvidemos que había nacido en Sicilia, Italia, y traía en la sangre ese temple. Su hijo y sus nietos a veces cuando se salen de las casillas recuerdan las andanzas del abuelo y sonríen pensando de donde les proviene el temperamento.

ADONDE CARGAMOS LOS MONOS?

También debió acostumbrarse a otras expresiones o giros idiomáticos que no había escuchado en sus años en Bs. As. Un día le hacen señas en una tranquera unos recolectores - juntadores de maíz, provenientes del interior.

3monos[1] Al detener la marcha uno de los que iban a subir le pregunta dónde cargaban los monos a lo que este conductor aporteñado les preguntó: ¿¡ los traen sueltos !?...

Qué sabía él que la ropa que llevaban estos recolectores dentro de una manta atada en sus cuatro puntas la denominaban “monos”.

EL HOMBRE QUE LEVANTO LA TAPA DEL ATAUD PARA SALIR DE ADENTRO

Otra historia que sabía contar (aunque con tono risueño) es que los colectivos de esa época tenían sobre su techo portaequipajes tal cual lo muestran las fotos que hay de los mismos, y cargaban sobre estos todo tipo de bultos o encomiendas. En uno de esos viajes debió cargar un féretro para llevar a una localidad vecina donde había fallecido una persona y en aquellos tiempos los velatorios se hacían en la casa del difunto. Lógicamente el cajón fue a parar al portaequipajes.

ataud_[1][1] El colectivo circulaba con su capacidad colmada y era común entonces que los pasajeros que no tenían cabida dentro del mismo los hicieran subir arriba del techo para no dejarlos en la ruta esperando un próximo horario. Así venía viajando un pasajero cuando se largó una llovizna y este hombre no tuvo mejor idea, para no mojarse, que introducirse dentro de citado ataúd.

Un poco más adelante hace señas otro pasajero, y pese a la llovizna también fue a parar sobre el techo soportando el temporal. En una parada, el que estaba resguardado de la llovizna quiso saber si seguía lloviendo y levantó la tapa del féretro para observar el cielo y le preguntó al otro pasajero muy naturalmente: “¿Ya paró?”

La sorpresa y el susto del otro que viajaba también en el portaequipajes fue tan grande que ahí nomás y sin medir las consecuencias se tiró del techo del colectivo dándose flor de porrazo.

3 comentarios:

Arte Joe dijo...

Esta historia es buenísima, digna para el cine de comedia. Saludos, José

Fernando dijo...

Hola, mi nombre es Fernando y me resultó muy interesante. Me llevó a leerlo el haber conocido a don Alejandro Castellví y queria saber si trabajaron en forma conjunta y se les atribuye a los dos. Castellví falleció hace muchos años, yo lo conocí de niño y lo ibamos a visitar a su casa de la localidad de Mariano Acosta, que era muy particular. Tenemos relación cercana con su nieta (ahijada de mi madre) y a su hijo Ricardo hace tiempo que no lo veo ya que se fue a vivir a Mar del Plata. Un saludo y felicitaciones.

Anónimo dijo...

Hola Fernando, me encantaría poder comunicarme contigo para tener contacto con la familia Castellvi, mi mail es migueldicesare@hotmail.com